martes, 22 de febrero de 2011

Amor y odio a los Cantajuegos

Teresa, como la mayoría de los niños que conozco, es una amante de los Cantajuegos. He llegado a pensar que tienen algo adictivo para los niños y al mismo tiempo abominable para los padres, porque en lo que a mí respecta estoy del burro Pepe y sus amigos hasta las narices. Cada noche hay un rato dedicado a los Cantajuegos porque he descubierto que es el método perfecto para que yo pueda cenar sin ella sentada en mis piernas, así que no diré que la culpa de este fervor no haya estado incentivada por mí.

La afición llega hasta tal punto que ahora sabe en qué disco está cada canción que quiere escuchar, de tal manera que cuando voy a poner uno me dice “¡ese no, quero soy así” o bien “¡no, ahí no ta, sonidoooo!”.

Por lo menos ahora hemos reducido Cantajuegos a una única sesión por la noche, porque hace poco tiempo los pedía a cualquier hora del día. Y también tengo que reconocer que no soy yo la única culpable de fomentar esta pasión porque su padre ya le puso Cantajuegos Navideño en el mes de octubre, con lo que la Navidad ha durado en casa la friolera de cuatro meses (si no se prolonga más).

miércoles, 16 de febrero de 2011

Continuamos con pañales

El tema del pañal en el que parecía que Teresa iba a ser precoz lo tenemos abandonado. Durante una temporada estuvo pidiendo cada dos por tres que la pusiésemos en el váter y en algunas ocasiones incluso llegó a hacer caca o pipí, pero esa etapa pasó y no dudo yo que la oportunidad de poder olvidarnos definitivamente de los pañales haya sido por pereza mía más que por falta de interés de la niña. Quizá si hubiese aprovechado esa época para no ponerle el pañal y llevarla al baño cada poco tiempo lo hubiese conseguido, pero el hecho de tener que quitar camisetas varias, pantalón, leotardos y body cada cuarto de hora me superaba, sobre todo teniendo en cuenta que no todo el día estoy con ella y que por el momento parecía ser más novedad que necesidad de superar una etapa.

Así que, si todo sigue como hasta ahora, esperaremos al verano porque Teresa ya ni siquiera pide usar su orinal, se debe haber dado cuenta de que mamá es un poco vaga.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Descubriendo el temperamento de Teresa


De un tiempo a esta parte soy más consciente de cómo va creciendo Teresa. Lo he notado sobre todo en cómo va dejando ver su carácter, que si hasta hace nada esta niña era un remanso de paz, ahora le ha dado por dejarnos claro que de seguir nuestras indicaciones “porque sí” como los burros, nada de nada.

Pero ¿qué me creía yo, que la niña iba a ser toda la vida una dócil y no iba a dejar clara y bien marcada su posición? No sé si por algún momento se me pasó esto por la cabeza teniendo en cuenta el carácter que tenemos su padre y yo (más yo, diría).

Hasta el momento el modo más común que ha encontrado para manifestar su desacuerdo o disconformidad con algo el llamarme tonta a gritos, pero gritos de verdad, de los que se escuchan en todo el vecindario. Supongo que lo hace porque continuamente le estoy diciendo que no me gustan los gritos, así que ella va al grano, donde sabe que molesta. Por suerte, estos episodios se suelen dar cuando está cansada, con lo cual, no hay que negociar mucho porque en poco rato estará dormida.

Me alegra saber que Teresa tiene temperamento, sólo espero que aprenda a canalizar su rabia poco a poco y, sobre todo, que no sea yo siempre el foco de sus ataques.

Pero ¿qué se hace en estas situaciones? A veces me da risa, pero intento contenerme, otras veces me pongo atacada cuando no consigo sacarla de esa espiral de “Tontaaaaaa, tontaaaaa”, incluso he llegado a mostrarme enfadada o triste, pero en realidad no sé que será lo mejor en estos casos. Cuando se le ha pasado hablo con ella y le pregunto si me va a gritar más y siempre contesta “No, era boma” (No, era broma). Por lo que se ve también tiene sentido del humor.

lunes, 7 de febrero de 2011

Cuando llegaron los Reyes Magos...

Esta es la reacción de Teresa cuando vió los regalos que los Reyes Magos dejaron en casa este año. Paciencia, tarda un poco en entrar porque se pensaba que los regalos eran los globos que había en el pasillo. Se quedó tan sorprendida que no se atrevía a tocar nada. (Todavía usaba chupete)

miércoles, 2 de febrero de 2011

Sobre el desarrollo del lenguaje y las coletillas


Cuando estás cerca de un bebé que comienza poco a poco a adquirir habilidades en el lenguaje es cuando realmente empiezas a ser consciente de lo importante que es el modo en que nosotros, el entorno más cercano, nos comunicamos con él y lo más peligroso, cómo nos comunicamos con el resto del mundo, ya que ellos son esponjas que lo absorben todo y copian o imitan nuestra forma de expresarnos.

Mi preocupación no viene por el uso de tacos o palabras malsonantes, al menos hasta el momento no he tenido que enfrentarme a eso y creo, que no suelen estar presentes en mis conversaciones cotidianas. La cuestión es más de expresiones o frases hechas que se cuelan de manera habitual en mis coloquios. (Y yo sin darme cuenta).

La primera vez que fui consciente de algo así fue gracias a mi sobrino. Él era un bebé que no pronunciaba una sílaba, pero que de repente a los dos años comenzó a hablar hasta por los codos. Yo, que pasaba bastante tiempo con él un día me vi reflejada en uno de sus discursos. No recuerdo con exactitud qué anécdota estaba contando pero sí que lo explicaba como algo de vital importancia, como cualquier suceso para alguien de su edad. La cuestión es que comenzó la perorata con un “Nuria, por Dios”. Y ahí me quedé yo paralizada, siendo consciente de que esa era una expresión robada y meditando sobre el excesivo uso que yo hacía de aquello, que llegó a ser una coletilla recurrente en mis diálogos. En ese momento dije para mí “Por Dios, o este niño pasa demasiado tiempo conmigo o mejor dejo de decir Por Dios”. Lo he intentado, no estoy segura de que lo haya conseguido.

El tema en cuestión, el de las coletillas, que como los amores de Tamara van y vienen, se ha vuelto a repetir con Teresa. Desde hace unos días me he dado cuenta de que suele terminar cada explicación con la pregunta “¿sabes?”. Algunos ejemplos son estos: “Mañana viene papá, ¿fabes?”, “Ya no neno pupa, ¿fabes?” “Yo soy mayor, ¿fabes?”.

En este caso no es que yo acabe así todas mis frases, es más bien que cuando hablo con ella, sin darme cuenta, le suelo reforzar de este modo lo que le cuento, como para hacerla hablar, al menos eso creo, y ella, como esponjita que es, lo copia todo. Así que ahora estoy corrigiéndome a mí misma cada vez que hablamos, no vaya a ser que la confundan con Tamara Falcó.