martes, 25 de enero de 2011

Dos años


Dos años han pasado ya… Justo cuando empiezo a escribir esta entrada estabas naciendo, Teresa. Ni verte pude. Llegaste con tres vueltas de cordón y te habías hecho caca. Rápidamente te aspiraron y tu padre era quien me iba diciendo lo bonita que eras y los ojos tan abiertos que tenías. Las caras del personal cambiaron de repente y la tensión se respiraba en la sala mientras yo estaba asustada, desorientada e intentando descifrar algún gesto en alguien para conocer la realidad del estado de mi hija. La llamada al pediatra con urgencia no me tranquilizó en absoluto. Mientras te observaba me dijo que esperaríamos un poco para ver si se calmaba ese gemido que tenías o rompías a llorar de una vez. De todos los comentarios, de todas las conversaciones, me llamó la atención la respuesta que el pediatra dio a una enfermera que preguntó qué hacían con la niña: “la viste como a las demás y la sube a la habitación”. Puede parecer una tontería, pero en ese momento pensé que mi hija iba a morir.

Durante un rato estuvimos los tres; papá, tú y yo. Te abracé con fuerza mientras me mirabas fijamente, reconociéndome. En ese momento le dije a papá que te querríamos por encima de todo y que estaríamos preparados para lo que fuera. Él sólo pidió que si debíamos enfrentarnos a alguna enfermedad, al menos se tratase de algo por lo que tú no sufrieras. En ese momento el pediatra entró y nos hizo caer en la cuenta de que tu gemido era menos intenso, era una buena señal.

Mientras yo estaba en la habitación, rodeada de gente a la que no podía ni siquiera escuchar, papá estuvo contigo cuando te hacían una placa torácica para ver el estado de los pulmones. En el trayecto en el que él mismo te llevó en sus brazos te iba diciendo “Llora Teresa, llora con fuerza, llora toda tu vida si quieres”. Estoy segura de que fue el peor momento de su vida. Y más tarde, cuando estuvimos solos me contó que lloró como un niño cuando el médico le dijo finalmente que estabas bien y que no había que hacer más pruebas. Tu llegada al mundo fue así, superando obstáculos, dando ruido, poniéndonos a prueba, como tú eres.

Esa noche ya la pasaste conmigo en la cama, como tantas otras noches en estos cortos dos años. Y en tan poco tiempo cuánto habíamos cambiado todos, cuánto se nos removió por dentro, cómo nos hiciste ver las cosas importantes de la vida.

lunes, 17 de enero de 2011

Fin de la etapa chupete

Este fin de semana hemos dicho adiós al chupete, aunque no me atrevería yo a anunciar que será definitivo. En los últimos arrebatos de Teresa le daba por tirarlo al suelo con rabia, ante cualquier enfado. Si le pedía que no lo hiciera y le decía que podría perderlo lo volvía a tirar con más fuerza, si cabe. Estas expresiones de carácter están siendo de lo más habituales últimamente, muchas veces sin motivo aparente y en ocasiones hasta hay que contenerse una carcajada porque se pone muy ofendida incluso se da la vuelta ocultando su rostro y dejando ver que está realmente enfadada y nada lo puede arreglar.

El sábado después de su siesta volvió a arrojar al suelo el chupete y le dije que como no lo quería lo tiraría a la basura. Cogí el chupete del suelo y lo escondí. Teresa se enfadó pero se le pasó pronto y se olvidó por completo del tema.

Cuando salió con papá a la calle y después de caminar un rato pidió montarse en su silla se acordó del “tete”. El problema es que se me había olvidado meterlo en el bolso que siempre llevamos. Cuando me llamó papá por teléfono contándome que Teresa estaba pidiendo su chupete yo no estaba en casa, así que tampoco podía llevárselo. En ese momento pensé que tampoco sería mala idea probar a ver qué pasaba y cómo llevaría intentar dejarlo.

Por la noche cuando la dejé en la cuna lo volvió a reclamar “quero mi tete”. Le dije que iría a ver si lo encontraba y ella esta tan cansada que se durmió enseguida. Tuvo algunos despertares en los que lo volvió a nombrar pero sin demasiado ímpetu porque siguió durmiendo tan ricamente.

La mañana del domingo yo no sabía si estaba contenta por el paso que estaba dando Teresa y llevarlo relativamente bien o me encontraba triste porque tenía la sensación de que estábamos empeñados en hacerla mayor. Esa mañana tuve que trabajar y no conseguía quitarme el tema de la cabeza, incluso llegué a tener remordimientos, tantos que cuando regresé a casa estaba dispuesta a desistir y hubiera dado lo que fuera por volver a ver la imagen de mi niña, mi bebé, con su chupete en la boca. Papá frenó mis intenciones diciéndome que Teresa lo estaba llevando muy bien y que tarde o temprano habría que hacerlo. A pesar de todo no me siento muy contenta, ¿será normal esta sensación?

martes, 11 de enero de 2011

¿Terribles dos?

Después de tantos días de fiesta cuesta volver a la rutina, aunque también se agradece el orden que conlleva porque hemos terminado agotados. Teresa ha disfrutado mucho con las fiestas, las reuniones, los reyes magos y sobre todo con papá que ha estado con ella todas las vacaciones. Pero aunque lo ha pasado muy bien también ha acusado en algunos momentos el cansancio, tanto que alguno de estos días temí que estuviese entrando en esa fase de la que tanto he oído hablar “los terribles dos años”.

A mi me cuesta creer que cada una de las etapas de los niños se pueda catalogar y que todos pasen por fases con comportamientos similares que se puedan etiquetar de manera rigurosa, pero ante la necesidad de encontrar respuestas y el asombro de que mi hija parecía otra niña, me dejé llevar y ya estaba yo (la experta, jaja) explicándole a papá que, justo un mes antes de que cumpliese los dos años Teresa entraba en “los terribles dos”. A partir de este momento nos enfrentaríamos a rabietas, negaciones continuas, negociaciones permanentes, llantos sin explicación, irritabilidad constante, y no se cuantas cosas más. Por momentos he tenido la sensación de que me habían cambiado a mi hija. Me ha desafiado, se ha negado en rotundo a hacer cosas que normalmente realiza sin esfuerzo, se ha mostrado arisca con la gente, se ha negado a jugar con sus amigos y ha llorado por cualquier cosa. Cualquiera que lea esto puede entender que son actitudes muy normales en niños de la edad de Teresa, incluso yo misma no lo encuentro tan extraño ahora que lo escribo pero aseguro que durante unos días he notado cambios importantes. Sin embargo las alarmas se han desvanecido, ha sido recuperar la normalidad y Teresa es la de siempre, al menos por el momento no hay señales de que estemos en esa etapa. Muchas veces no sé si Teresa ha pasado por todas o soy yo quien intenta encajar su crecimiento en cada una de ellas. Al final, como se suele decir, la explicación más sencilla suele ser la más acertada, y es que los cambios en las rutinas a los niños no les suelen sentar bien y los dejan agotados (como a los adultos).